✍️ POR REINA TRUPIANO
Más de la mitad de la población mundial menstrúa, pero dentro de ese universo existen identidades y corporalidades que quedan sistemáticamente fuera de la conversación. El tabú menstrual configura un entramado de silencios, eufemismos y estigmas que sitúan este proceso en el terreno de lo privado. Sin embargo, cada vez más, el activismo y la educación menstrual se proponen derribar mitos, democratizar información y ampliar los marcos de sentido con los que se habla de menstruación.
En esa línea, el sábado 15 de noviembre de 2025, realizamos en el patio de Barriletes el taller “Menstruadorxs: espacio para varones trans y no binaries útero portantes”. Este primer encuentro forma parte del trabajo de campo para mi tesina de grado en Ciencia Política (FTS-UNER) y, al mismo tiempo, un espacio que nos debíamos colectivamente.
¿Por qué un taller sobre este tema?
El objetivo de mi investigación es indagar cómo viven, significan y gestionan la menstruación varones trans y personas no binarias útero portantes de Paraná. Me interesa recuperar sus relatos y experiencias, ya que dicho proceso sigue invisibilizado bajo ciertas lentes que entienden la menstruación como un atributo exclusivo de las mujeres cis*.
Así como no existe un modo universal de gestionar el ciclo menstrual, tampoco existe un único modo de ser trans. Hay quienes modifican su documentación registral y quienes no; quienes eligen hormonizarse o realizar modificaciones corporales y quienes no; quienes habitan expresiones de género binarias y quienes devienen y construyen identidades por fuera del canon. En todas estas trayectorias, la menstruación ¿puede aparecer como un punto de tensión, una marca o incluso un interrogante en el proceso identitario?.
La motivación de la realización de estos talleres excede de igual manera la dimensión estrictamente académica: muchas personas trans útero portantes necesitamos un espacio seguro para hablar, preguntar, compartir y reconocernos o no en las vivencias. En ese sentido, al momento del taller, la palabra circuló entre risas, momentos de reflexiones, datos e informaciones de distintas ramas y cosmovisiones, pero también con cuidado, sin exponer a nadie y habilitando la posibilidad de pensar lo que no suele decirse porque nos han enseñado a callar.
Cuando el tabú borra cuerpos
El modelo médico hegemónico instaló históricamente una lectura androcentrica del mundo, consolidando la idea de que solo las mujeres cis menstrúan. Ese universal se reafirma con la frase performativa que muchas personas escuchamos al tener nuestra primera menstruación: “te hiciste señorita” o “ya sos una mujercita”. ¿Pero realmente se “es mujer” por iniciar un ciclo que habilita a la capacidad reproductiva? ¿Y qué pasa cuando ese proceso corporal no se corresponde con la identidad?
Del otro lado, está el modelo para armar que representa para la medicina el cuerpo trans, donde también está la idea de que toda persona trans masculina* o no binaria útero portante está necesariamente en un proceso de hormonización y que, por ende, como uno de sus efectos, su sangrado desaparecerá. Nada de eso es universal. Ni todas las personas menstruantes son mujeres, ni todas las personas trans desean o acceden a tratamientos que suprimen el ciclo menstrual.
Pero eso no me abstiene de decirles de igual manera que la menstruación se vuelve un territorio de luchas por las significaciones, en donde en el actual entramado se entrecruzan silencios, obstáculos institucionales y disputas de sentidos en torno a la información y la educación sexual integral que contemple otras corporalidades y vivencias.
Politizar la menstruación en clave transfeminista
En los últimos años, la menstruación comenzó a ganar presencia en políticas públicas y debates sociales: programas y proyectos de provisión estatal de insumos, campañas educativas, discusiones sobre el “impuesto rosa”*, la propuesta por la quita del IVA a productos menstruales. Todas acciones vinculadas a una agenda atravesada por la noción de justicia social y económica para quienes tienen que transitar casi treinta años este proceso. Sin embargo, las experiencias de las personas trans continúan apareciendo casi que borradas o nombradas (“incluidas”) a modo de corrección política.
Es un hecho que la vacancia existe en las investigaciones académicas, los registros de salud pública y las políticas de gestión menstrual. Y que la mayor parte de estos proyectos conquistados se han caído o han sido eliminados (como el programa MENSTRUAR) luego de dos años del actual gobierno de Javier Milei. Pocas son las instancias subnacionales que aún hoy sostienen estas políticas, como el caso de la ciudad de Paraná, respecto del Programa de Gestión Menstrual Sostenible, vigente desde el 2023.
Mi propia aproximación al tema comenzó desde un lugar íntimo: intentando comprender mi experiencia como persona no binarie que menstruaba sin encontrar categorías desde donde alojar esa vivencia. El libro Cosa de Mujeres. Menstruación, género y poder de Eugenia Tarzibachi (2017) fue un punto de inflexión. Allí encontré, por primera vez, un marco para pensar que la menstruación podía ser narrada por fuera del universal femenino y desde categorías más amplias. Ese hallazgo convirtió el conflicto que sentía frente a la falta de información, en potencia.
La lente transfeminista busca, o al menos intenta evitar, que quienes participen de estos espacios, se conviertan en meros “objetos de estudio”. La propuesta es producir conocimiento colectivo, situado, un lugar en donde se active la palabra para poder recuperar saberes y construir comunidad. Porque desde el colectivo LGBTTTIQ+, sanar y cuidarnos en red, en manada, es una práctica política.
La politización de la menstruación no es un capricho, ni una exageración. Es un acto profundamente necesario para repensarnos, pero también para construir políticas desde una apertura distinta, en donde les usuaries seamos quienes planifiquemos y diagramemos su implementación.
El taller, como espacio posible, lejos de ser un lugar de exposición, fue un ejercicio de construcción discursiva colectiva: un lugar para compartir estrategias, para nombrar lo que duele y lo que incomoda, para descubrir que hay experiencias comunes que adquieren sentido cuando se las colectiviza. Vuelve a reubicar que la menstruación no es un mero hecho biológico, sino un dispositivo que está atravesado por mandatos, discursos, silencios y violencias simbólicas.
Espe: Me encantó compartir relatos y experiencias desde una perspectiva más amplia sobre la menstruación y las diversas vivencias de cada une.
Ire: El taller me trajo muchas voces desconocidas y no escuchadas de un tema que es cotidiano, que está siempre ahí, que es la menstruación, los ciclos menstruales. Está bueno poder encontrarse con otres y conversar sobre algo tan importante que nos atraviesa en nuestras vidas, porque muchas veces la gestión menstrual es desigual, como vimos ahí en el taller. Está buenísimo primero poner en común esas desigualdades y esas injusticias para después pensar cómo actuar y qué cosas podemos mejorar y cómo.
Hacia futuros más habitables
Hablar de menstruadores es abrir camino. Es crear condiciones para que las infancias trans del futuro dispongan de otros caudales de información en donde se vean reflejades y donde puedan abordar sus dudas, o sentirse interpelades. Es generar recursos que posibiliten la toma de decisiones informadas sobre la corporalidad y la identidad. Sin dolor, acompañades y desde espacios seguros.
Reafirmamos la apuesta de que menstruar también es político. Sin miedo. Sin vergüenza. Y el tabú: que arda.
Atentamente, su futurx politólogue de confianza.

*Mujer/varón cis: Se refiere a una persona cuya identidad de género y sexo asignado al nacer son el mismo.
*Persona trans masculina: persona que al nacer fue asignada del género femenino por su genitalidad, pero que se identifica y construye una identidad y expresión de género masculina binaria o no binaria.
*Personas útero portantes: para poder nombrar y validar otras experiencias, es importantes correr del eje de la cuestión que sólo las mujeres tienen útero, sino también otras identidades, como les varones trans y les no binaries que nacieron con esa biología, pero que aún así no determina su devenir identitario.
*Impuesto rosa o pink tax: se puede definir como la tendencia o fenómeno global que hace que “la versión femenina” de un producto resulte más cara solo por estar dirigida a ese público en particular.

